Los origenes de la construcción de aviones por aficionados en España

No resulta difícil establecer los orígenes de la construcción “amateur” de aviones en España ya que, en realidad, los primeros constructores de aparatos eran, simplemente, aficionados al nuevo arte de volar. Así Brunet, Vardaguer, Camó y Acedo, Alfaro, Hedilla, Sánchez Besa, Vilanova, Mendizábal, Barcala, Cierva y Diez u muchos otros, se iniciaron entre 1.909 y 1.913 con artefactos diseñados y construidos por ellos mismos, de proyecto propio o basándose en tipos ya existentes. Alguno de estos constructores “primitivos” como Cierva y Alfajor, se convirtieron después en excelentes profesionales de la aviación y son mundialmente conocidos.

Es la década de los 30 cuando, superada ya la fase de “invención”, aparecerían las primeras construcciones puramente “amateur”, en el sentido que hoy damos a esta actividad, es decir, sin intenciones industriales. Surgen en diferentes puntos de nuestra patria constructores con aparatos que hoy no desentonarían en las reuniones de OSHKOSH ó de BRIENNE LE CHATEAU. Juan A. Klein voló en 1.930 un monoplaza deportivo, monoplano de ala alta de su creación con motor ANZANI de 35 cv. Pallarols, Guinea-Servet y Preuller-Vals construyeron aviones ligeros monoplazas o biplazas.

En Cataluña y Málaga se construyeron varias “Pulgas” de Mignet. Las de Batlló y Egea llegaron a volar, esta ultima pilotada por García Morato y Fernando Pons. Se crearon numerosos clubs de vuelos sin motor donde los socios construían planeadores de diversos tipos, Maluquer-Corbella y Arranz entre otros. También estaban a la venta “Kits” de fabricación para algunos de estos planeadores (parecidos al conocido SCHULGLEITER) que se lanzaban con “sandows” en las laderas madrileñas y catalanas o realizaban cortos vuelos planeados después de un despegue remolcado por automóvil

La reglamentación existente era muy escasa y una autorización de Aviación Civil bastaba para efectuar los ensayos de prototipos o de aviones construidos según planos.

La guerra civil impuso un paréntesis forzoso en la construcción “amateur” y hasta la década de los 50 no se fabricó prácticamente ningún avión por aficionado. Hacemos excepción de los excelentes veleros “GURRIPATO” proyectados y construidos por el ingeniero aeronáutico Gil Cacho.

En 1.950, unos aficionados santanderinos dirigidos por Pedro Fernández “astillero”, Jaime Illera y Laureano Ruiz construyeron varios aviones ligeros franceses tipo AUTOPLAN y JODEL. Dieron a conocer las primeras informaciones sobre la organización del movimiento “amateur” en Francia y, mas tarde, fundaron la fábrica AERODIFUSION donde, ya en plan industrial, construyeron un centenar de aviones JODEL de diversos tipos.

En la Escuela Especial de Ingenieros Aeronáuticos, los alumnos, dirigidos por el profesor Corbella, construyeron en 1.954 una avioneta “TURBULENT” con motor AVA de 25 cv. Que no llegó a volar por fallo del adhesivo utilizado en las encoladuras, según la versión oficial. Pero el motivo real fue la falta de una reglamentación que amparase a este avión.

La Escuela de Aeromodelismo de Vallecas construyo en 1.955 otro avión “amateur”, una JODEL D-9 bajo la dirección de José Luis Abellán. El entonces Ministro del Aire, General González Gallarza visito la escuela, admiro el avión y prometió regalar el motor e impulsar la creación de una reglamentación adecuada. Así lo hizo, aunque la JODEL no llegó a terminarse, a falta de mandos y entelado.

La ansiada Reglamentación se publicó el 19-10-1956 con el nombre de “Reglamento provisional para las construcciones aeronáuticas de tipo ligero y deportivo realizadas por los aficionados”. Era muy completa, definía el Certificado de Navegabilidad Restringido (C.N.R.) de estos aviones, pero exigía en sus cláusulas dos condiciones de muy difícil cumplimiento: los materiales debían adquirirse del Ministerio del Aire (con objeto de garantizar su calidad) y los aviones debían sufrir un “ensayo estático hasta el límite elástico” (de ambigua interpretación y difícil realización).

Estas dificultades administrativas, unidas a las naturales de la fabricación de un avión, hicieron que, a pesar del Reglamento, la aviación no se desarrollase mucho. Un constructor, Faustino Cantos, de Ontur, consiguió fabricar en 1.965 un magnifico velero de ala volante FAUVEL AV-36 con alguna ayuda de la Maestranza Aérea de Albacete. En AISA se montó y matriculo un autogiro BENSEN que obtuvo en 1.971 el C.N.R. correspondiente. La mayor parte de los constructores eligieron el sistema, tan ibérico, de no solicitar la autorización oficial y así iniciaron la fabricación de sus aviones, entre otros, J. A. Pérez Garzón (TEENIE). Jaime Oliver (BEDE-5), Augusto Lluch (TURBULENT), Juan Virgili (COLIBRI), Antonio Picazo (WHING DING) Francisco Cases (LIBELULA) y otros muchos entusiastas. Algunos de ellos terminaron e incluso llegaron a volar sus aviones. Otros como Aurelio y Salvador Castañeda (TRUBULENT), José Luis Serrano (PITTS S-1) y J. Luís Montañes (Cp-70 BERYL) continuaron construyendo dentro de la reglamentación, obteniendo los materiales de forma oficial o autorizados por “directivas” para, en su caso particular, poder seguir adelante aunque más lentamente.

Entretanto, a la vista de las dificultades que presentaba el reglamento de 1.956, el autor de estas líneas preparó un proyecto de Reglamento modificando el anterior, que fue propuesto en 1.975 a la Administración por el presidente de la FENDA. Tras siete años de vicisitudes y rechazos la propuesta, con algunas modificaciones, fue aceptada finalmente y publicada en el B.O.E. del 5.6.1982. Al anularse las exigencias de fuente de materiales y ensayo estático mencionados anteriormente se facilitaba el camino al constructor “amateur”. Además el Servicio de Material de la Subsecretaria de Aviación Civil se mostró dispuesta a conceder, después de una cuidadosa inspección, el C.N.R. a los aviones ya construidos que no solicitaron en su día la autorización oficial.

Existen, pues, unas posibilidades concretas para legalizar la matriculación de los aviones que se construyeron sin pasar las inspecciones establecidas. Disponemos de un nuevo Reglamento que, sin ser perfecto, facilita la fabricación de aviones, y está matriculado y en vuelo el primer avión construido con arreglo a él (biplaza SONERAI de Julio Reol). Hay además una buena lista de aficionados que tienen en la actualidad la autorización oficial concedida e iniciada la fabricación de sus aviones. Y, finalmente, se va a celebrar por primera vez en España una reunión de constructores “amateur” de aviones.

Actualmente, la aviación privada convencional es muy cara, y cada vez lo será más. Sin embargo hay al menos dos salidas de esta difícil situación que permitirían convertir en realidad los deseos de muchas vocaciones aeronáuticas. Una de ellas es la vía de los ultraligero. Otra, la de los aviones de construcción “amateur”. Para estos últimos estamos abriendo una puerta de esperanza y optimismo.

José Antonio Delgado. Mayo/1984

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