Esta es una aventura que empezó hace ya años y que, como ocurre tantas veces, es el resultado de una sucesión de carambolas. Tres amigos nos hemos endosado el proyecto de restauración de un Boeing Stearman. Es un proyecto enorme y no tenemos muy claro lo que nos vamos a encontrar, pero hay ilusión y vamos a por ello!
Los antecedentes
En 2009 ingresaba en la AAE poco después de ponerme con el proyecto de SE5a. Por aquel entonces todavía se publicaba la revista de la asociación, que me estudiaba con curiosidad, a poquitos. Recuerdo cómo al cabo de una temporada seguía llamándome la atención un breve anuncio de un tal Paco, que vendía un proyecto de Stearman.
Un Stearman es “El avión biplano” que a nadie con un mínimo de sensibilidad puede dejar indiferente. Invita a soñar entre las nubes disfrutando del ronroneo de un motor en estrella. Sin embargo, con los pies en el suelo, un Stearman me quedaba grande en todos los sentidos: El precio de aquel material, pero sobre todo el coste de la restauración, el coste de operación y finalmente el tamaño. El Boeing Stearman es un avión enorme, que consume,… pero maravilloso.
El caso es que al cabo de un tiempo el anuncio seguía allí y, bueno, tratándose de un teléfono de Madrid terminé por ceder a mi curiosidad y llamar. Paco, muy amable, enseguida me propuso vernos para hablar del tema y como quedamos al lado de mi trabajo, nada más fácil. Quedamos en una terraza y así conocí a quien se hacía llamar “El tío Paco”, un señor mayor que caminaba con bastón y llevaba bajo el brazo una enorme carpeta llena de papeles. Delante de un café y mientras me contaba con detalle todos los trabajos realizados y muchos otros detalles, me enseñaba fotos, documentos… vamos, como si quisiese vendérmelo, algo que en el fondo ni se me pasaba por la cabeza.
De la conversación me quedé, eso sí, con el nombre de otro avión del que me contó tenía un ejemplar, un Robin ATL. Este es el modelo de avión que nos mantuvo en contacto, además de la afición por “los cacharros”. Así, también por curiosidad, le acompañé al aeródromo de La Cervera, donde tenía sus tesoros. En un hangar compartido tenía desperdigadas innumerables partes de aviones de las que destacaba el fuselaje pelado de una Stinson Voyager. En un lateral la estructura tubular de dos fuselajes de Stearman, en un rincón, al fondo, un montón de alas de madera apoyadas en un bastidor…. de Stearman y el enorme motor en estrella de 9 cilindros Lycoming. Debo reconocer que aquello era una experiencia porque allí donde fijases la mirada había algo curioso de ver. Sin embargo, daba pena la sensación de abandono de aquello, como del aeródromo de la Cervera en general.
Con esas imágenes en la retina y sabiendo que aquel maravilloso lugar y su entorno estaba siendo atacado por ladrones de chatarra y de lo que pillasen, empezó a cocinarse en mi cabeza una de esas ideas que no llevan a nada pero que me dejan a gusto. Era tan sencillo como poner a buen recaudo ese Stearman, o los componentes que hubiese, antes de que entrase alguien y se llevase el motor o cualquier otro componente mayor. Se me ocurrió buscar un contenedor marítimo, plantarlo al lado de mi taller y meter allí ese material mientras Paco le buscaba una salida digna.
Por supuesto, Paco encantado con el plan, enseguida me ofreció una parte de lo que sacase de ese material; pero mi única obsesión era salvar ese material de la humedad y del pillaje. Sólo faltaba comprar un contenedor y trasladar todo el material de Cáceres a Madrid. Encontré un contenedor cerca, en estado aceptable y por un precio asumible (unos 600€ más otros 100€ de portes); la primera fase quedaba así completada. Sin embargo, habiéndolo ocupado “provisionalmente” con mis trastos mientras me hacían el suelo del taller con cemento pulido me fue imposible liberarlo después, ¡con lo bien que queda el taller limpio de trastos!
Segundo intento: esta vez por el mismo precio encontré dos contenedores. Lo del traslado estaba más de actualidad porque creo recordar que habían vuelto a entrar a robar en varios hangares del aeródromo… ¡la cosa apremiaba!
Llegaron las Navidades de 2015 y yo me fui a mi pueblo a pasar esos días con la familia y los amigos de allí. Por aquellos días me junté de aperitivo con unos amigos, Javi y Alejandro, también aficionados a la aeronáutica pero ellos sin duda más apasionados que yo por la aviación histórica.
A Javi le conocía de muchos años atrás, cuando revoloteábamos por allí con la escuela Delta Bidasoa. Ambos éramos pilotos de ala delta, él de parapente además, y compartimos una época muy activa y divertida de vuelo libre en Irún y alrededores. Mi residencia habitual en Madrid y el haberse terminado esa época dorada nos llevó por distintos derroteros: Él volando en avioneta desde el aeropuerto de San Sebastián, en Hondarribía, y yo volando en ULM desde Camarenilla, cerca de Madrid. En mi caso, la aviación ULM me había iniciado en el cacharreo de aviones e incluso haber atacado algún proyecto de construcción por aficionados.
A Alejandro le conocía por medio de Javi. Lo curioso es que Alejandro es el hermano de uno de mis instructores de ala delta, pero esa era sólo una casualidad. Alejandro también vuela en avioneta desde Hondarribia, está a punto de jubilarse, y es otro aficionado a la historia militar, la aviación y otro aerotrastornado.
El caso es que mientras tomábamos un aperitivo, hablando de todo un poco, les comenté los antecedentes y la idea que tenía de “rescatar” los componentes de Stearman de Paco, trasladándolos de Cáceres a mi txiringuito de Madrid. Al cabo de unos segundos de contarles mi película ya me estaban preguntando “cuando” lo haríamos. Creo que lo que para mí era un montón de componentes de un biplano clásico a ellos les pareció un tesoro, y así consideraron un privilegio participar en la misión de rescate. No pararon de preguntar hasta que por fin le pusimos fecha a la Operación… literalmente porque era una prueba de coordinación y trabajo en equipo. Nunca disfrutaré tanto de una mudanza porque, al igual que Anibal Smith de “El equipo A”, “me gusta que los planes salgan bien”. ¡Todavía hoy me refiero a esta operación como modelo de eficacia!
La Operación traslado
El equipo de cuatro estaba dividido en dos grupos: Javi y Alejandro desde Irún, Paco y Yo desde Madrid. El Objeto, en Cáceres. Para medio de transporte principal, siendo yo un socio de AEPAL, la Furgopal con su remolque era perfecta. Paco y yo iríamos con un turismo “familiar” con un carro hermoso enganchado.
Otro pequeño inconveniente: La furgopal y su remolque estaban estacionados en el aeródromo de Matilla, al lado de Tordesillas. La opción inmediata era subir de Madrid, recoger la Furgopal y hacer el porte. Sin embargo, Tordesillas está entre Irún y Cáceres. El equipo de Irún se encargaría por tanto de recoger allí el transporte; les di los datos de contacto de la persona que debía entregársela y me olvidé.
Por otro lado Andrés, otro amigo de Irún, compañero de excursiones por Europa, se encargaría de la logística, reservando en Cáceres un hotelillo apañado para pasar la noche del sábado. El sábado viaje + carga, el domingo carga + viaje, todo podía hacerse en un fin de semana.
Llegó el día y ambos equipos salimos muy temprano. Paco y yo llegamos pronto por la mañana a La Cervera y enseguida nos pusimos a reunir el material a la entrada del hangar. Mientras, Javi y Alejandro llegaban a Matilla desde Irún, conseguían recoger la furgopal y proseguían viaje hasta La Cervera. Llegaron a primera hora de la tarde, con un buen rato de luz por delante para adelantar trabajo. Con el material reunido fue más fácil liarse a cargar: Las alas dentro de la furgo, el motor en el remolque pequeño, fuselajes y otras cosas grandes y pesadas en el remolque grande y el resto en el coche. Las alas estaban cargadas cuando se hizo de noche… ¡qué frio! Y ya nos fuimos a cenar y dormir.
Al día siguiente temprano, terminar de cargar, fijar todo con correas y viaje a Madrid. Es fácil imaginarse que un convoy así fuera cualquier cosa menos discreto, y resultaba divertido ver las caras de asombro en los coches que nos adelantaban.
Una vez en Madrid a primera hora de la tarde, la descarga sería más fácil. Andrés se unió al equipo para echar una mano y tras algunas fotos para inventario, los dos contenedores se fueron tragando el material: las alas en uno, fuselajes, motor y en resto en otro.
Alejandro y Javi volvieron con la furgopal y el remolque grande a Matilla y de ahí, en su coche, hasta Irún. El equipo de Irún había recorrido 1540 km (Irún, Tordesillas, Cáceres, Madrid, Tordesillas, Irún) y nosotros, los de Madrid, unos 600 nada más. El domingo por la noche estábamos todos en casa con la misión cumplida: el Stearman de Paco estaba a buen recaudo.
El flechazo
Hay a quien no deja indiferente convivir con los componentes de un Stearman. La emoción de mover ese motor radial, cada una de las alas de madera, intentar identificar en fracciones de segundo cada una de las piezas que cargas o descargas produce un vínculo. Algo debió ocurrir durante ese viaje porque enseguida mis amigos me plantearon hacer algo con todo ese material, adoptar el Stearman de Paco para sacarlo adelante. Con dos proyectos de construcción por aficionados en curso yo ya tenía suficiente tarea para una temporada. Además, seguía considerando un Stearman como un magnífico avión, pero inabarcable para mi economía e infraestructura. Sin embargo Alejandro y Javi me convencieron para echarles una mano en un proyecto de esa envergadura. Desde ese momento formaríamos un equipo de tres para emprender un proyecto de restauración de avión histórico, el Stearman de Paco como primer objetivo. A partir de ahí, se trataba de elaborar una oferta, y en caso de prosperar, ponerse manos a la obra.
Adelantaré que el proyecto está en marcha. En un próximo capítulo os contaremos cómo valoramos todo aquel material y las primeras decisiones que se nos plantean.
Enrique Cueto
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